14 de julio de 2010

Tras la resaca


Después de estos días de vino y rosas, esos que hacen patria y afición, el ruedo de la actualidad se centra en un Congreso con zumbido en los oídos y olor a calimocho.
Es la hora de hablar de política. Ya no tendrán detrás la ayuda de héroes que les echarán un capote para taparles las vergüenzas a aquéllos que también nos deben hacer sentir orgullosos. Complicado oficio, máxime después de la hazaña, es ilusionar y hacer creer que la unión es posible frente a las adversidades; pedir peras a un olmo machadiano, frío y seco, que bendice con una mano y con la otra ahoga.
Zapatero, cual Casillas, debe parar los goles que por la banda derecha se van cocinando. Tal vez un guiño – y quién sabe si un beso- tendrá que dar para amarrarse una credibilidad muy entredicha por una nefasta gestión impropia de un gobierno que por bandera lleva el “tifo” de lo social. Mucho han de cambiar las cosas para remontar este partido en el que estamos perdiendo todos, especialmente los que vemos desde la grada un espectáculo que huele a amaño.
Por su parte, el ¿lider? Rajoy tiene que atarse bien las botas y soltar un patadón que aleje de su área una jugada que se le complica por momentos. Aún no bastando con su tarea en defensa, tiene que crear juego, ilusión y además rematar a un adversario con la misma certeza que Villa clava el cuero dentro de la portería. ¡Qué lástima que presupongamos demasiados talentos al bueno del gallego!
De todas maneras, aunque nuestro futuro como país se amasa en la línea medular de la Carrera de San jerónimo, a más de uno les convendrá que sigamos teniendo la mente en la hazaña, en los chistes de Reina o en las lascivas caderas de Shakira.
Total, si al fin y al cabo, este país está construido por sueños…