12 de marzo de 2011

El rebrote de la vida

En mañanas normales, la ciudad no deja de parecer a otra cualquiera:
el gris del aire bajo la lluvia, la rutina del opositor, el metro, las miradas que no observan...

Sin embargo, llega el día en el que, no sabes por qué, el verde se te mete por la sangre y la luz busca acomodo debajo de la camisa.

Llega la aurora más preñada de oro y la brisa del río invita a enamorarte en cada semáforo con la primera mujer que te cruzas.

Llega el día que presientes en tu pecho, y te encuentras con Sevilla que rebrota como un clavel cuando te topas, a la vuelta de la esquina, con el milagro de la primera parihuela desnuda.

Y es entonces cuando la vida empieza a cobrar sentido.

8 de marzo de 2011

No sé tú, pero yo...

No sé tú, pero yo lo tengo claro.
No quiero - rotundamente me niego- a salir a la calle enfundado en la autoculpa sólo por quedar joven o atrevido.
No quiero remordimientos; olvidarme la conciencia en casa; obedecer unos cánones que ahogan los pulmones de aquellos que nunca podrán permitirse un lujo, mucho menos si se trata de pantalones de marca, y dejar de gastarlos con la lentitud de las horas vividas.
No quiero - al menos no me gustaría- caer en la imbecilidad absoluta camuflada en capricho de nuevo rico; abrazar lo superficial y arrojar lo verdadero, sentirme diferente (no confundir con único), olvidar el aroma que emana la blanca piel que cubre la prenda codiciada. No quiero andar desprevenido y, cuando menos me lo espere, un chorro de arena me tumbe bocarriba, embriagándome de glamour. No quiero que me mate de silicosis el sandblasting del fariseísmo.
No sé tú, pero yo lo tengo claro. Por ello, intentaré llenarme de buenas razones para dejar a un lado tanta tontería que no me deja ser inocente y ni se me pasará por la cabeza adquirir nada que atente contra aquel que lo fabrica, ya sean hoy vaqueros, camisetas estampadas o preservativos fosforitos mañana.
Más vale una conciencia recién estrenada a una exclusividad gastada por el egoísmo. Por eso dejaré que el minutero sea quien desgaje los tejidos de mi ropa y del resto de mis días.