28 de septiembre de 2009

Entrar en ella

Por poco que se haga siempre es especial entrar en ella.
Porque es ella la única que saldrá por la puerta que un príncipe dejó abierta para que otro -algún día- derrote a la sangre con racimos de plata sobre sus hombros.
No importa que sean mansos y descastados los toros de la memoria. Ya recibirán su merecido ellos y aquellos que se encargan de hacer infeliz a la dama. Tampoco me preocupa si el genio olvida en alguna parte de su mente -allá a lo lejos, entre arrozales y espuma- la lámpara que nos guía hacia el "eje de la vida sublime" que algunos llamaron peligro. Tarde o temprano será suyo el cetro porque así está escrito. Todo es cuestión de paciencia, de temple...y de ésto último anda sobrado.
Por eso, siempre es especial entrar en ella, pase o no pase nada dentro. Hacerle el amor mientras se duerme, como se quiere a la luna cuando se preña de mar, es el mayor de mis privilegios. Guardar silencio mientras el sainete de la vida se juega en la badana de una montera que cae en el albero, mi plegaria y adoración. Gozarla es vivirla cada vez que la olemos y es el barniz de su madera la mejor pátina que el tiempo puede legar a mis futuros hijos.
Aunque no guste lo que veo, siempre la quiero.
Entrar en ella es mi pecado favorito.

3 comentarios:

Juanma dijo...

Bendito pecado, sin lugar a dudas: bendito pecado. Te impongo como penitencia seguir entrando

Un abrazo.

El Divino Calvo dijo...

Pecadorrrrrrrrr de la praderaaaaaaa. No puedor no puedor jarrrrrrr...

Paco Martínez dijo...

Alonso esta es la poesía que te comenté:

Nicómedes Santa Cruz

Para coger un pan sobre el morrillo
Dando pecho y axila a los pitones,
Juan, anónimo Juan, Juan Torerillo
No recibiste clásicas lecciones.

Para llevar a casa veinte duros
Entre la chifla de inhumano coro
Bebiste golpes, aspiraste apuros
Y al aire al suelo al aire y siempre al toro.

Del miedo, que es ingénito en el hombre,
Nació el valor, congénito en el hambre;
Así en la tauromaquia, Juan Sin Nombre
Fue antítesis del gran José Raigambre.

José, nieto de Venus y Vulcano
Fue un semidiós con la esbeltez de Apolo
(Frecuencia tuvo aquel Teseo hispano
En liquidar seis Minotauros, solo).

Mas Juan, el pobre Juan de carne y hueso,
El más mortal de todos los mortales
Opuso a sal valor, arrojo al seso
Y molinetes contra naturales.

Tres siglos en la historia del toreo
Se derrumbaron ante dos colosos:
Del morisco e hispánico alanceo
Hasta el futuro en los taurinos cosos.

Y Joselito muestra al horizonte
Toda una enciclopedia en su percal.
Y remata sus lances Juan Belmonte
Con su media verónica renal…

La Muerte se disfraza de capricho,
Y en la más increíble paradoja
Subsiste quien vivió a merced del bicho
Y muere quien ¡no hay toro que lo coja!…

Quedan atrás los años de la infancia:
Sevilla y su noctámbula capea…
Como un Jasón, Juan, en su rica estancia
Mira en la tauromaquia una Medea.

Porque si en su niñez fue Juan Sin Suerte
Y fue en su adolescencia Juan Sin Pan,
Hoy, ya casi un anciano, es Juan Sin Muerte
Porque la Muerte tuvo miedo a Juan.

Y quien burló a la muerte en tantos ruedos,
Mil veces sentenciado por suicida,
Sólo cuando lo quiso, y con sus dedos
Mató su muerte y se quitó la vida…

A Juan, que no toreó por soleares,
Muerto, no he de llorarlo en seguiriyas.
Sean por martinetes mis cantares,
Cante de yunque y fragua y herrerías:

Cristo de la Expiración
Cachorro de los trianeros,
Bríndale tu absolución
Al mejor de los toreros
Cachorro, si en Viernes Santo
Te faltara un penitente,
Asóciate a nuestro llanto
Que es Juan Belmonte el ausente…