21 de junio de 2010

Uno más en la familia.

(foto: archivo Barcaiztegui)
Siempre lo recuerdo a nuestro lado. Callado, observándolo todo. Una especie de guardián que, desde su marco de madera, nos protege del frío que más allá del quicio siempre nos amenaza. A Él acudían las pupilas cuando buscaban un aliento que confortara más que los abrazos y, a veces, jugaba la curiosidad del niño a encontrar una mueca que le mostrara, de una vez por todas, la sonrisa de Dios en el salón de su propia casa.
Seguía siendo y es, mitad Cristo y mitad padre. Fedatario de cumpleaños y confidente de sueños. Uno más en la humildad del morado callado de tinta y revelado.
Esta tarde no podremos ir a verlo en persona para contarle el sinsabor de la mañana y su rostro dejará huérfana la hornacina. Pero son sólo días su ausencia, no temáis. Los suficientes para llenar con trigo nuestras manos y perdón nuestros costados.
Mientras tanto, le hablaré con los ojos a Aquél que comparte mesa y mantel con los míos. El mismo que va marcando con su Gran Poder el ritmo de todos los días de mi vida.

2 comentarios:

Juanma dijo...

Un fuerte abrazo, querido amigo.

Divino Calvo dijo...

Hombre, cuánto bueno por aqui...