El centro de la ciudad, tan bello como siempre, se me asemejaba a una gran olla de castañas color plateada. La gente, agolpada en las aceras, esperaba la comitiva de la primera en la calle, la única que no pasaba por la carrera oficial. A partir de ese momento, todo era silencio y asombro bajo mi cabeza, quizás entremezclado con el temor a no haber sido bueno, o quizás, ese extraño respeto que le tienen los niños a los beduínos de Sus Majestades...
En este día de víspera de Reyes, vuelvo a mi ciudad en miniatura. Ya apenas cojo caramelos, pero guardo en los bolsillos las ilusiones que chisporrotean en la mirada de los niños. Ojalá nunca crezcan y puedan olvidar la inocencia en el baúl como si fuera un juguete viejo. Quedando perdida, tan perdida, como aquella pelota de trapo que le tiró a mi abuela aquel paje zumbón en la calle Peris Mencheta...
7 comentarios:
Verdaderamente no hay día más maravilloso en todo el año, no sé, quizá en toda la vida...
Un abrazo.
Es un día mágico tanto para los pequeños como para los mayores.
Solo me la perdí en año pasado y fue a causa del trabajo.
Saludos
Excelente artículo, aunque la foto que ha elegido usted no puede ser más penca. Un saludo y siga así. Me gusta su blog.
Muchas gracias a Juanma, sevilla y a Caracol el der Burto. Debido a ciertos problemas con la foto hemos tenido que cambiarla. Espero que os guste esta nueva.
Mucho mejor, mucho mejor. Además la de Triana. ¡Casi ná!
No suelo ser muy de ir a la Cabalgata. Quizás sea precisamente una costumbre adquirida de niño, cuando por las circunstancias se terciaba mas quedarme en casa con mis abuelos que ir a ver a los Reyes.
Pero he de reconocer que la cara de ilusión y felicidad que veo en los chiquillos a la vuelta hacen que esta noche sea mágica y única. Como bien dices, ojalá nunca pierdan esa inocencia...
Saludos y a todo esto, fantástico el blog.
Aquel negrito zumbón
ya no está en la calle Feria:
ahora está en tu corazón.
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