5 de octubre de 2010

Las hojas del tiempo.


Sabe que el noticiero le miente pero no le amarga el desayuno. Estaría bueno, a estas alturas, quitarle el café y los calentitos, el paseo sereno, la sonrisa del sol y la charla de fútbol con los amigos.
Sabe que le mienten, que todo es falso. Que Zapatero no sirve y Rajoy no le convence, que la locura es relativa y las guerras más duras son las que nacen con un tiro de hambre en pleno estómago. Hace tiempo que no cree en los milagros y la esperanza es una hoja de árbol que quedó olvidada en el bolsillo de su parka, mustia y amarilla, como dedos llenos de años y alquitrán.
Hace tiempo que olvidó palabras que se fueron Avenida arriba entre los chispazos del "trol":
Amistad, justicia, amor...
¡Qué vacía quedan en sus oídos!
Hoy como ayer, mañana como ahora. El reloj se ha parado mientras descansa en los bancos de la plaza...

26 de septiembre de 2010

La Cruz es la que nos da la vida.


Desde la época romana, la representación de la cruz era el símbolo de la muerte. De hecho, este método de martirio (hoy en día y, conforme al Derecho que ha llegado hasta nuestros días, sería equivalente a la indeseada "pena de muerte") estaba destinado a todos aquellos convictos que, bajo leyes totalmente legales, Roma cumplía con inexorable eficacia. Generalmente, la pena de muerte en la cruz estaba destinada a aquellos reos de baja estofa (bandidos, cuatreros, asesinos, etc...) y basaba su sádica característica en propiciar al condenado una muerte lenta, dolorosa y, por encima de todo, pública: a los ojos del ciudadano y del esclavo. Todo aquel que quisiera podría presenciar el escarmiento que sufría el culpable con el fin de persuadir a todo aquel que quisiera seguir los desviados pasos de éste.
Sería lógica que, tras exponer de manera muy sencilla lo que significaba la cruz en Roma, nuestra reacción hacia este "método de tortura" fuera de desprecio, de asco y de indignación ante la crueldad con la que nuestros antepasados, aquéllos que crearon lo que hoy llamamos la cultura occidental y de la que todos -tanto conservadores como progresistas- nos sentimos orgullosos de llevar por bandera, zanjaban dicho asunto. Sin duda - y aquí los juristas que me lean me pueden echar un cable- era una consecuencia jurídica un tanto desmesurada y hasta vulgar de aplicar ley, sea cual fuera el supuesto de hecho a tratar.
Sin embargo, "¡qué curioso!", los cristianos vemos en el leño del martirio algo más que esa tortura macabra e inhumana. En ese acto donde sólo se observa brutalidad y muerte, el cristiano ve salvación. Cambia lo sórdido, lo negro y tenebroso: la muerte y transfigura su imagen dándole carácter humano: La Cruz pasa a ser la prueba de amor más grande de todos los tiempos.
¿Cómo es posible esta variación de planteamiento? ¿A qué es debido?
Estas preguntas pueden ser variadas en sus términos y aceptadas de una manera u otra con toda su amplia gama de matices. Podemos dar rodeos y utilizar, mediante la dialéctica, un sinfín de combinaciones que siempre llegan a un núcleo principal y cierto: Jesús.
No se trata de nadie más sino de Dios mismo encarnado en hombre el que sufre la peor de las muertes precisamente para vencerla por el amor a todo el género humano.
Es a partir de ese momento de la muerte por nosotros del mismísimo Dios, Creador del Cielo y de la Tierra, cuando nos aferramos a la cruz y le ponemos una mayúscula al principio de la palabra. La Cruz deja de ser un motivo de tormento en el espíritu de los cristianos para recibirla como una manera de estar junto a Jesucristo y de su sacrificio por nosotros. Es un acercamiento al amor de Dios.
En estos días de Septiembre, en los que en muchos lugares de la cristiandad se celebra la Exaltación de la Santa Cruz, hemos adorado aquélla que redime al mundo de sus cadenas, que libera precisamente por medio del sufrimiento y que nos acerca a la Vida Eterna que se nos ha prometido si la llevamos y soportamos por nosotros y por todos.
Por y para el amor a Dios y a nuestros hermanos.

21 de septiembre de 2010

Labordeta o el llanto de la tierra.

Estos días hemos recibido una triste noticia que, por anunciada, nunca deja de sorprenderte, de helarte la sangre. Tan helada queda a veces que ella misma prende, inerte y amenazante, como esos carámbanos que tintinean en el techo de cualquier gruta que nutren nuestra Península.
Y es que así de dura y efímera es la vida. Siempre dando, a diestro y siniestro, una de cal y cuatro de arena. Batiendo implacable al viento que amenaza desde la colina nevada, desde las riberas fluviales, desde los mantos verdes que forman los olivares sobre la campiña...
Hoy la tierra, nuestra tierra, la tierra de todos, porque precisamente a nadie pertenece, llora en barbecho la letanía de los aperos guardados en la casetilla y son los ángeles los que cubren con sus alas, desde Aragón al Bierzo, el Maná que cae del cielo para nutrir nuestra vida en pequeño calabobo.
Los caminos y veredas, la plaza del pueblo y las cañadas reales notarán que cada vez se pisa con poca fuerza y menos amor. El hombre no concibe su fugacidad, comparándose estúpidamente con el horizonte. El desprecio a la raíz será el que termine por contaminarnos la sangre, llenando de hierro oscuro nuestras pupilas.
Los pueblos de España están tristes y se apartan con el pudor orgulloso que tienen los oriundos para llorar a sus muertos, siempre del portalón para adentro.
Ya nunca más caminarán sobre sus tierras con el amor que lo hacía Labordeta.

11 de septiembre de 2010

De Madrugada


La noche desenlaza el nudo, como siempre.
Ajústate las ganas y da la media vuelta.
No quiero que me veas, destesto que me toques
y planches con rutina mi traje de domingo.

4 de septiembre de 2010

Vuelta del verano


¡Ya tenía ganas de volverme a encontrar con el miedo del Word en blanco!
He de deciros que lo echaba en falta, lo necesitaba tanto como este tiempo de barbecho literario que he encargado de rellenar con energía y espuma de olas. La vida sin obligaciones descansa, pero también abruma y ahora toca ajustarse de nuevo la montera y agarrar la esclavina del tiempo con la vergüenza torera que sólo los hombres saben apreciar.
¿Qué deciros de mi retiro veraniego? Todo lo que pueda contaros es poco. Se ha vivido casi de todo porque, afortunado de mí, tiempo he tenido más que de sobra. A veces, esa vergüenza de la que antes os hablaba me nubla la frente pensando en la conveniencia y lo inmerecido que se me ofrece todo. Quizás sea injusto y, tarde o temprano, como a todo cerdo, me llegará el día de San Martín...
A lo que iba: mis vacaciones largas e intensas. He tenido tiempo para casi todo y apenas he hecho nada. Algo de deporte, eso sí, y mucho de buenos sueños –y malos- que a la mañana siguiente se evaporaban con la bruma del horizonte. Charlas, arena, paseos…algunas ideas y algún que otro desencanto. La neutralidad y el tiempo libre es lo que tiene…también han sido días de lecturas livianas, de esas que me gusta definir como “cachondas”, mención especial tiene Don Luis Carandell, al que he vuelto a redescubrir con su intacta sorna del castizo catalán que siempre será. He visto toros, tomado el sol, andado cañaverales y he soñado con realidades que algún día espero cumplir…he echado de menos a gente y he tenido amigos que me han llamado cuando he necesitado desconectar de tanto almíbar. ¡Qué buenos y qué oportunos son los de verdad!
Aún así, ya todo forma parte de un pasado en el que la mar se ha ido encargando de dibujar a su antojo con la paleta de sus diferentes azules y verdes. El olor a salitre o las piedras de la orilla quedan como recuerdo de una vida que he empezado a amar frente a la soledad de la marea. Ahora queda el contacto con el cemento y la lucha contra el tubo de escape, con toda la fuerza del toro cárdeno de mis días…

14 de julio de 2010

Tras la resaca


Después de estos días de vino y rosas, esos que hacen patria y afición, el ruedo de la actualidad se centra en un Congreso con zumbido en los oídos y olor a calimocho.
Es la hora de hablar de política. Ya no tendrán detrás la ayuda de héroes que les echarán un capote para taparles las vergüenzas a aquéllos que también nos deben hacer sentir orgullosos. Complicado oficio, máxime después de la hazaña, es ilusionar y hacer creer que la unión es posible frente a las adversidades; pedir peras a un olmo machadiano, frío y seco, que bendice con una mano y con la otra ahoga.
Zapatero, cual Casillas, debe parar los goles que por la banda derecha se van cocinando. Tal vez un guiño – y quién sabe si un beso- tendrá que dar para amarrarse una credibilidad muy entredicha por una nefasta gestión impropia de un gobierno que por bandera lleva el “tifo” de lo social. Mucho han de cambiar las cosas para remontar este partido en el que estamos perdiendo todos, especialmente los que vemos desde la grada un espectáculo que huele a amaño.
Por su parte, el ¿lider? Rajoy tiene que atarse bien las botas y soltar un patadón que aleje de su área una jugada que se le complica por momentos. Aún no bastando con su tarea en defensa, tiene que crear juego, ilusión y además rematar a un adversario con la misma certeza que Villa clava el cuero dentro de la portería. ¡Qué lástima que presupongamos demasiados talentos al bueno del gallego!
De todas maneras, aunque nuestro futuro como país se amasa en la línea medular de la Carrera de San jerónimo, a más de uno les convendrá que sigamos teniendo la mente en la hazaña, en los chistes de Reina o en las lascivas caderas de Shakira.
Total, si al fin y al cabo, este país está construido por sueños…

21 de junio de 2010

Uno más en la familia.

(foto: archivo Barcaiztegui)
Siempre lo recuerdo a nuestro lado. Callado, observándolo todo. Una especie de guardián que, desde su marco de madera, nos protege del frío que más allá del quicio siempre nos amenaza. A Él acudían las pupilas cuando buscaban un aliento que confortara más que los abrazos y, a veces, jugaba la curiosidad del niño a encontrar una mueca que le mostrara, de una vez por todas, la sonrisa de Dios en el salón de su propia casa.
Seguía siendo y es, mitad Cristo y mitad padre. Fedatario de cumpleaños y confidente de sueños. Uno más en la humildad del morado callado de tinta y revelado.
Esta tarde no podremos ir a verlo en persona para contarle el sinsabor de la mañana y su rostro dejará huérfana la hornacina. Pero son sólo días su ausencia, no temáis. Los suficientes para llenar con trigo nuestras manos y perdón nuestros costados.
Mientras tanto, le hablaré con los ojos a Aquél que comparte mesa y mantel con los míos. El mismo que va marcando con su Gran Poder el ritmo de todos los días de mi vida.

9 de junio de 2010

El sobrero


El Clarín toca y me ajusto la montera. Es hora de volver. El sobrero está en la Plaza....